Los episodios de pedrisco de gran tamaño podrían aumentar su frecuencia en España. Las granizadas de estos días en Castellón, Teruel, Cuenca o en puntos de Cataluña pueden haber sido el aperitivo.
En los últimos días el cielo ha vertido piedras de hielo con tamaño excepcional en el cuadrante noreste peninsular. Las tormentas mostraron una gran virulencia el pasado sábado en Teruel y especialmente en Castellón, donde a media tarde varias supercélulas derramaron pedrisco como nunca se había observado en la capital castellonense y otros municipios del centro y norte de la provincia, caso de Benicarló, Peñíscola o Vila-real. Ayer se vivió un episodio de magnitud similar en otros puntos del sistema Ibérico, sobre todo en su zona más oriental y meridional. Allí hay pueblos más acostumbrados a lidiar con el granizo, pero nunca es fácil enfrentarse a los daños que deja a su paso cuando alcanza el tamaño de una nuez o deja el paisaje como si hubiera nevado. La furia inusitada de estos chaparrones encaja con los últimos estudios dedicados al pedrisco en el actual escenario de calentamiento global.
La Agencia Europea de Medio Ambiente tiene una sección explícitamente dedicada al granizo, en la que se explica la más que probable tendencia a un aumento de su severidad. Si bien reconoce que las proyecciones futuras de los eventos de este meteoro están sujetas a mucha incertidumbre, porque los modelos climáticos globales y regionales no son capaces de cuantificarlos, muestra que una gran parte de los estudios llevados a cabo coinciden en que las tormentas eléctricas adversas serán cada vez más frecuentes. Hay otras variables, como la CAPE (energía potencial convectiva disponible) y la cizalladura, sobre las que sí se puede teorizar y todas ellas conducen a ese escenario poco alentador.
A finales del mes de junio del año pasado, la aseguradora Munich Re en colaboración con el Laboratorio Europeo de Tormentas Severas (ESSL) puso a trabajar a un equipo de expertos con tal de cuantificar los riesgos futuros asociados al granizo. El estudio se llevó a cabo mediante el análisis de datos de 14 modelos climáticos regionales considerando los dos posibles escenarios que plantea el IPCC para finales del siglo: el RCP4.5 donde las temperaturas aumentan poco más de 2 ºC respecto a los niveles preindustriales y el RCP8.5, en el que los estados no hacen nada y el calentamiento se desboca hasta superar en 4 ºC los registros de finales del siglo XIX.
Según esta investigación, en la opción más moderada (RCP4.5) se podría esperar un incremento de un 30 a un 40% de los episodios con piedras de granizo superiores a los 5 centímetros de diámetro en Europa. La otra proyección más pesimista considera que el pedrisco de gran tamaño podría hasta duplicar su presencia en las tormentas, sobre todo en Europa Central, sur de Francia, Italia y también en el este de la Península Ibérica y Baleares.
En el suroeste peninsular el estudio aprecia una posible disminución del número de tormentas intensas, sin observar cambios en el resto del país salvo en el noreste y el archipiélago balear, donde sí podrían incrementarse. Pese a ese posible descenso de la incidencia en la zona suroccidental, toda nuestra geografía estará igualmente expuesta al incremento de eventos de granizo adverso. Puede que en algunos sitios haya menos tormentas, pero esas restantes serán más virulentas. Según este ensayo, el porcentaje de fenómenos tormentosos con granizo superior a los 5 centímetros pasará de representar el 0,15% a superar el 0,20% entre los episodios de inestabilidad con rayos de aquí al 2100.
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